La calle es nuestra
La calle es nuestra porque es de todos. Solo lo de todos puede ser, en el fondo, legítimamente nuestro, porque lo estricta y absolutamente privado no es legítimo aunque haya llegado, en tiempos, casos y espacios, a ser legal. La calle es nuestra pero nos la han robado, legal e ilegalmente. Nos la han espoliado e incautado. Manuel Fraga, cuando era ministro de Franco, llegó a exclamar, altivo: ¡La calle es mía! Eso piensan en realidad los depredadores que convierten nuestras calles en su atrabiliario coto de caza. Es natural que las mujeres suframos de ansiedad, de miedo y de pánico en nuestras calles y, desgraciadamente y en muchos casos, en nuestras propias casas. Miedo por nosotras, por nuestras hijas y por nuestras madres. El patriarcado nos ha despojado de nuestras calles y las ha convertido en espacios oscuros y tenebrosos de violencia machista en las noches y en lugares de intimidación, de humillación y de vejación a la luz del día. Cuando nuestras manifestaciones desfilan por nuestras calles son, además, instrumentos de recuperación y reconquista de nuestro espacio vital para la convivencia, para solidaridad, para el esparcimiento y desarrollo de nuestra inteligencia emocional, para la celebración de nuestra sororidad, de nuestra solidaridad y de nuestra fraternidad. Solo cuando la calle sea todos los días verdaderamente nuestra, podrá ser de todos. Dichosamente de todos.