Alejandra

       Alejandra toca el violonchelo. Eclosiona el chelo en el Renacimiento, concretamente en el Cinquecento, y atraviesa el manierismo para alcanzar su madurez  en el barroco, de la mano de Johann Sebastián Bach, a quien Alejandra adora. “La que nos defiende y nos protege”, ese es el significado onomástico de Alejandra  y nada nos protege mejor que un  abrazo. Quizá por eso, los dioses que inspiraron el chelo, decidieron que, para extraer de él su sonido, hondo y cálido, habría que abrazarlo.  Y nada hay más hondo  y cálido que un abrazo. Nada más  protector. Cuando se oye y se ve a Alejandra tocar, abrazada al Chelo, sientes que han nacido el uno para el otro. Por eso Alejandra es una virtuosa del violonchelo. Seguramente Apolo y Artemisa, nuestros dioses de la música, la danza, la poesía y la canción, pensaron en Alejandra y Juan Sebastian Bach cuando decidieron inspirar la creación del instrumento cuya voz se parece tanto a la del ser humano. El ser humano que, quizá nunca como hoy, necesitó de ese  abrazo, hondo y cálido, que lo proteja.

 


 

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